Crónica de Lázaro Covadlo
"El triunfo de la buena voluntad
Póvoa de Varzim es una localidad turística situada a pocos kilómetros de Oporto, en Portugal. Buen vino y buena gastronomía. Desde hace unos años también buena literatura. De paso hay que consignar que allí nació Eça de Queiroz (1845-1900), considerado por muchos el mejor escritor realista portugués del siglo XIX.
Entre el 7 y el 10 de febrero en Póvoa de Varzim tuvo lugar el octavo Encuentro anual de Escritores de Expresión Ibérica, al que tuve el honor y el placer de ser invitado (gracias Francisco (Xico) Guedes, traductor (excelente) de mi última novela; gracias Manuela Ribeiro, campeona ibérica del arte de la simpatía y la organización). Así pues, se me dio la oportunidad de compartir mesas redondas y mesas de excelente yantar con notables autores portugueses, españoles, latinoamericanos y de Africa lusitana.
Entre los más de 50 que estuvieron presentes cabe mencionar a la brasileña Nélida Piñon, galardonada con el Premio Príncipe de Asturias. También representando a Brasil, Eucanâa Ferraz y Antonio Cicero.
Más latinoamericanos: los mexicanos Antonio Sarabia y Laura Esquível; los cubanos Karla Suárez y Luis Rafael Hernández y, por otro lado, los poetas y narradores portugueses Lídia Jorge; Fernando Pinto de Amaral, José Carlos de Vaconcelos y Aurelino Costa.Por Angola se hallaban presentes Ana Tavares y Manuel Rui, y de Mozambique Roberto Chichorro y Luís Carlos Patraquim.
En la ocasión se presentaron la novelas de la narradora portuguesa, residente en Londres, Sofía Marrecas, y de Manuel Jorge Marmelo.También varias traducciones recién salidas del horno editorial de escritores españoles y latinoamericanos. La lista es larga, de modo que obviaré títulos y sólo daré nombres de autores: Antonio Sarabia; Amalia Decker (Bolivia); los españoles Enrique Vila-Matas; José Manuel Fajardo e Ignacio Martínez de Pisón; el peruano Santiago Roncagliolo, reciente ganador del Premio Alfaguara de Novela; la argentina Elsa Osorio, y, para que no quede como que me escondo, el autor de estas líneas.
De los que residimos en Barcelona estábamos Vila-Matas; Martínez de Pisón; Roncagliolo, y un servidor. Sin embargo, hay que destacar que todos nos mezclábamos con todos y, según he podido percibir, todos nos entendíamos con todos. En un ámbito en el que se hablaba el español de Zaragoza y el de Buenos Aires, el de Barcelona y el de Cuba, el de Bolivia o el de Perú; el portugués de Río de Janeiro, el de Luanda, el de Maputo y el de Lisboa a nadie, que yo sepa, se le ocurrió postular que debía predominar su código expresivo sobre cualquier otro. Nadie negaba la lengua del otro; nadie cerraba sus oídos y su entendimiento a los fonemas y morfemas que podían parecer extraños y no lo eran. No lo eran porque el idioma primordial bien podría haberse llamado de La buena voluntad.
Conclusión: cuando hay ganas de entenderse el idioma del otro queda liberado del cerco de alambre de espino, y el nuestro también.Prevalece la buena voluntad.
16.02.2007"
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